Desmentimos el mito de las 5 fases del duelo de Kübler Ross

¿Realmente existen cinco fases en el duelo? Analizamos el mito de Kübler Ross, por qué se extendió y qué dice hoy la ciencia sobre cómo afrontamos una pérdida.

diciembre 11, 2025 Escrito por Isabel Sauras

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad CEU San Pablo de Madrid. Especializada en salud femenina, cultura y estilo de vida.

Revisado por el equipo de expertas de Bloom, plataforma especializada en salud femenina.

Todas hemos escuchado alguna vez que el duelo tiene cinco fases: 1) negación, 2) ira, 3) negociación, 4) depresión y 5) aceptación. Un esquema que se atribuye a la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross y que se ha repetido tanto que muchas personas creen que ese es el camino “normal” que deberíamos seguir paso a paso para superar una pérdida. Como si existiera en realidad una forma universal de sufrir o un manual emocional que marcara el ritmo correcto de superar las cosas.

El caso es que este modelo no nació para describir cómo afrontamos una pérdida cotidiana o vital, pero con los años se simplificó, se sacó de contexto y terminó convirtiéndose en una especie de guion emocional que acabamos dando por hecho sin preguntarnos de dónde venía. Era fácil de recordar, parecía aportar orden al caos y ofrecía una narrativa clara en un momento en el que casi nada lo es.

El problema es que, cuando nuestra experiencia personal no encaja en ese esquema, es inevitable tender a pesar que algo no estamos haciendo bien. Como si sentir de otra manera fuera equivocarse, cuando en realidad cada persona transita una pérdida con ritmos, intensidades y necesidades muy distintos. Y esa expectativa de “cómo se supone que debería ser” añade presión justo en un momento en el que lo que más se necesita es margen, tiempo y un poco de compasión con una misma.

Por suerte, hoy la ciencia ha confirmado que el duelo no avanza nunca en etapas fijas, no sigue una progresión ordenada y no se vive igual en todas las personas ni en todas las situaciones. No es un proceso lineal, sino un movimiento que cambia, retrocede, avanza y convive con la rutina diaria de formas muy diferentes.

Desmontamos el mito de las 5 fases del duelo, revisamos cómo surgió, por qué lo dimos por hecho durante décadas y qué sabemos hoy sobre un proceso tan humano como complejo. Porque el duelo no necesita fases: necesita espacio, comprensión y una mirada más realista sobre lo que significa atravesar una pérdida.

el duelo por perdida

Las 5 fases del duelo, qué decía realmente Kübler Ross y qué no decía

Cuando la psiquiatra Elisabeth Kübler Ross, suiza de nacimiento y más tarde afincada en Estados Unidos, publicó On Death and Dying a finales de los años sesenta abrió una conversación que casi no existía. El libro recogía su trabajo con pacientes que acababan de recibir un diagnóstico terminal y mostraba cómo trataban de encontrar sentido a la noticia de su propia muerte. Ese era el escenario, no el duelo tal y como lo vivimos cuando perdemos a alguien querido.

Las cinco palabras que años más tarde dieron la vuelta al mundo negación, ira, negociación, depresión y aceptación surgieron de esas entrevistas y observaciones clínicas y, en realidad, eran solo una manera de describir algunas reacciones frecuentes. La negación como un intento de amortiguar el impacto, la ira como una forma de rebelarse ante lo que parece injusto, la negociación como un movimiento para recuperar algo de control, la depresión como caída cuando la realidad pesa y la aceptación como cierto ajuste interno. Tampoco eran entonces etapas ordenadas ni obligatorias, simplemente ejemplos de cómo algunas personas respondían en una situación extrema.

El problema llegó cuando ese esquema empezó a viajar fuera del ámbito clínico. Su sencillez hizo que fuese adoptado como si sirviera para cualquier tipo de pérdida y muy pronto se compartió en libros de autoayuda, charlas y hasta en series. En ese camino fue perdiendo matices y quedó reducido a un modelo rígido que parecía aplicarse a todo.

Años después, la propia Kübler Ross explicó que su teoría se había malinterpretado. Su intención nunca fue establecer un manual emocional, ni decirle a nadie cómo debía sentir ni cuando, ni convertir esas cinco palabras en un examen que cumplir. Lo que de verdad buscaba su trabajo era humanizar la atención en el final de la vida, no crear una hoja de ruta a seguir cuando algo se rompe.

fases del duelo

Por qué se popularizó la teoría y en qué se quedó corta

Después de la publicación de On Death and Dying en 1969, la propuesta de Kübler Ross empezó a circular con fuerza en hospitales estadounidenses durante la década de los setenta. En aquel momento el final de la vida era un tema casi invisible y su forma directa y compasiva de hablar de él fue realmente revolucionaria. El modelo empezó a enseñarse en facultades de medicina y enfermería, y se convirtió en una referencia rápida para profesionales que necesitaban un lenguaje común para abordar situaciones extremas.

A partir de los años ochenta y noventa el esquema dio un salto fuera del ámbito sanitario. Las traducciones, los libros de autoayuda y la creciente cultura del crecimiento personal lo llevaron al público general. En ese recorrido perdió casi todos sus matices. La simplicidad del modelo lo hizo muy atractivo porque ofrecía la sensación de que, por fin, las emociones tenían un orden comprensible. Encajaba en titulares, en cursos, en entrevistas y hasta en tramas de series y, precisamente por eso y no por otra cosa, se convirtió en algo familiar, casi en sentido común.

Y ahí aparece su mayor límite. Presentar el duelo como un camino de cinco pasos transmitía la idea de que existía un proceso correcto, una especie de secuencia emocional que todas las personas debíamos cumplir. Pero lo cierto es que el duelo real no funciona así. No contempla la mezcla de emociones, ni los avances y retrocesos, ni las diferencias entre personas, relaciones o circunstancias. Tampoco refleja que muchas pérdidas no se viven en fases, sino en oleadas.

En ese salto desde la clínica a la cultura popular el modelo resultó útil para abrir conversaciones, pero se quedó muy corto para explicar la experiencia real del duelo. Le faltaba complejidad, irregularidad y toda la parte humana que no cabe en un esquema tan ordenado.

fase de negacion

¿De verdad pasamos por esas fases? Lo que sabemos hoy

Cuando se observa cómo viven las personas una pérdida importante, lo primero que aparece es la diversidad. No hay una reacción única ni un camino que todas recorramos igual. Hay quien pasa los primeros días con el piloto automático y se rompe semanas después con un detalle mínimo. Hay quien vive el primer impacto con muchísima intensidad y dolor y luego encuentra un ritmo más estable para seguir con su vida. También está quien parece llevarlo con entereza durante meses o incluso años y de pronto su vida se tambalea sin entender muy bien por qué. Obviamente, nada de esto encaja con una secuencia ordenada.

Las emociones tampoco llegan una detrás de otra porque lo normal es que convivan y coexistan. Puedes sentir tristeza y alivio en el mismo día, rabia y calma, culpa y ternura por un recuerdo. Y también puedes tener un día sorprendentemente bueno y al siguiente despertarte con una sensación de vacío que lo invade todo y no te deja pensar ni vivir. Y todo esto no significa que estés haciendo mal tu duelo ni que tengas un problema grave, simplemente significa que estás en medio de un proceso vivo, que se mueve con tu realidad.

Tampoco todas las pérdidas activan las mismas emociones. No se vive igual la muerte de un padre que el final de una relación personal o la pérdida de un proyecto de vida. Cada vínculo, cada historia y cada circunstancia dan lugar a un modo distinto de sentir. Se puede pasar por negación, ira, negociación, depresión y aceptación pero no necesariamente y no en ese orden porque no un patrón que se repita de forma consistente.

En la práctica, el duelo no es un camino de superación, sino un proceso de adaptación. No se trata de dejar de sentir, sino de ir encontrando una manera nueva de estar en el mundo después de una pérdida. Por eso es normal que haya días que parecen un gran paso adelante y otros que parecen un retroceso porque cada persona avanza a su ritmo y con sus propias herramientas.

Y cuando queremos mirar lo que ocurre en la práctica clínica vemos lo mismo. Según el Protocolo de Atención al Duelo de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos, SECPAL, una referencia en el acompañamiento a personas y familias en procesos de final de vida, por cada fallecimiento unas diez personas quedan afectadas. De ellas, entre un 10 y un 30 por ciento pueden desarrollar un duelo complicado y alrededor de un 7 por ciento necesita apoyo clínico especializado. El mismo protocolo distingue entre un duelo considerado normal, una reacción adaptativa esperable, y un duelo que se complica cuando la persona no consigue readaptarse y el sufrimiento se prolonga en lo físico, en lo emocional o en lo social. Cuando el duelo se atraganta, no duele solo por dentro, acaba notándose en el cuerpo, en la forma de relacionarnos y en cómo tratamos de mantenernos en pie mientras todo cambia.

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